El contenido no específico: la formación político-ideológica y moral

El contenido político ideológico y moral, tercer componente no específico del contenido, está a su vez constituído, al igual que cualquier otro tipo de contenido, por un conjunto de conocimientos y procedimientos. Su importancia está dada por el hecho de que entre los objetivos de la formación profesional, en las condiciones actuales, es de trascendental significación la formación no sólo de un profesional altamente calificado, sino de un ciudadano con una postura ideológica y  política ante la vida y con una ética social y profesional.

Este componente tiene rasgos muy particulares. Penetra y está consecuentemente presente en todas las esferas de la vida humana y por eso cualquier elemento del proceso docente, cualquier acción que se realice tiene un determinado efecto educativo. Tener esto siempre en cuenta tiene una especial significación para la consideración que debemos dar a la correcta organización de todo el proceso docente, incluyendo aquellos aspectos que desde el punto de vista teórico pueden estar más alejados de la formación profesional: la vida en una residencia estudiantil, el desenvolvimiento de la vida del estudiante en el centro, el  aseguramiento de una serie de condiciones materiales y sociales para el correcto desarrollo de las distintas actividades que se realizan en el centro y otras.
Desde luego, con más razón y fuerza se manifiesta el  com¬portamiento de esa regularidad, en lo que respecta a la influencia que ejerce en la formación de la personalidad del estudiante la correcta realización del proceso docente, la adecuada planificación, realización y control de las actividades docentes, la distribución adecuada de la carga docente semanal, la raciona¬lidad de los horarios docentes, la realización de las actividades docentes con todos los requerimientos posibles, de modo que se garantice una asimilación efectiva de los contenidos, una formación sólida de habilidades y capacidades, y un desarrollo de motivos internos relacionados con el estudio y la profesión.

Mención aparte merece el papel de modelo que debe jugar el  profesor en las distintas actividades en que participa y la formación que le corresponde desempeñar como educador. Muchos profesores consideran que debido a que el estudiante del nivel de Educación Superior es un joven con un cierto grado de información y estabilidad en su personalidad, no les corresponde, ni es ya necesario ejercer una acción en la formación de determinadas características de personalidad. Otros sencillamente se desentienden de estos problemas, y se centran sólo en sus funcio¬nes meramente instructivas. Sin embargo, la realidad es que, aún en este nivel, el estudiante tiene enormes posibilidades de transformación y superación de insuficiencias o rezagos de su  formación.

Para ello es fundamental, no sólo que su profesor tenga un comportamiento acorde con su condición de profesional y de educador, sino también que sea capaz de establecer un nivel de comuni¬cación efectiva con sus alumnos de modo tal que se establezca un clima armónico entre profesor y alumno para el normal desenvolvimiento del aprendizaje y se facilite la interacción y la transmisión de opiniones y valoraciones sobre distintas situaciones docentes o de la vida social en general. Esta comunicación permite al profesor ampliar su acción favorecedora sobre la formación de la personalidad de sus alumnos.

El profesor debe además utilizar al máximo todas las posibilidades que le brinda el proceso de enseñanza-aprendizaje para lograr efectos educativos en los estudiantes. Aunque cada uno de los contenidos de las distintas asignaturas incuestionablemente contribuye a la formación de una concepción científica del mundo, el profesor no debe contentarse tan sólo con impartir con nivel científico su asignatura. Es necesario que desarrolle la sensibilidad suficiente como educador para aprovechar todas las posibilidades que brinda el contenido y las diferentes situaciones que se presentan en el proceso para ejercer una influencia favorecedora. Tiene el deber por otra parte de utilizar todos los recursos pedagógicos para impartir no sólo un contenido co¬rrectamente concebido desde el punto de vista científico, sino también con los métodos y procedimientos que le permitan la  participación activa de los estudiantes y que logren incrementar sus intereses y motivos para el estudio y la profesión.

En particular, la posibilidad de instrumentar un proceso activo, participativo en el que pueda el estudiante expresarse e implicarse de forma directa, tiene una especial importancia para el desarrollo personal. De igual forma, el diseño de tareas y  si¬tuaciones y su realización ligadas a la vida y a los intereses del estudiante es una vía efectiva para el desarrollo de iniciativas ligadas al desarrollo social y personal.

Esta concepción del componente educativo y en general del trabajo educativo con el estudiante es la denominada por N.F.Talizina "educación invisible", aquella que se logra no por la organización planificada de tareas especiales dirigidas al logro de objetivos educativos, sino la que se obtiene como un producto de  la correcta organización, realización y control de todo el  proceso de enseñanza.

Esto no quiere decir, desde luego, que no se tracen objetivos educativos alcanzables como consecuencia de la realización del propio proceso de enseñanza ni que se le reste el carácter re¬lativamente específico que tiene este componente. Antes bien, de lo que se trata es de delimitar cuáles son los objetivos educativos que nos podemos trazar teniendo en cuenta las características del objeto de estudio de la asignatura o módulo y los recursos pedagógicos con que se cuenta.

Por ejemplo, un profesor puede perfectamente trazarse objetivos relacionados con el comportamiento adecuado para el normal funcionamiento del grupo. A través del empleo de métodos de interacción y de trabajo grupal puede contribuir de forma dirigida al desarrollo de una serie de cualidades o características de personalidad que pueden contribuir a formar en estas condiciones: el saber escuchar el criterio de los demás, de contrastar su opinión con el otro, la responsabilidad social por la tarea colectiva, el colectivismo y la ayuda mutua, el aprender a trabajar y a coordinar las acciones o tareas individuales con las del resto de los miembros del equipo, organizar y distribuir las tareas del grupo, dirigir la actividad grupal y otras. De esta forma, con diferentes situaciones y contenido el profesor puede proceder a modelar en clase el sistema de relaciones y de interacción que va a tener el alumno una vez egresado cuando se inserte como un miembro más en colectivos laborales o profesionales.

Una especial importancia para el desarrollo de este componente del contenido tiene la práctica laboral del estudiante. A diferencia de la actividad académica ya en estas condiciones las situaciones no son modeladas, sino reales. Ellas se presentan con toda la complejidad de factores y condicionantes con que se producen normalmente. Para este momento el estudiante debe estar preparado, razón por la cual lo recomendable es que adquiera una cierta preparación previa en situaciones modeladas a través de la actividad académica, o en condiciones semiartificiales de práctica laboral. Al igual que se ha planteado con todo el siste¬ma de influencias, el carácter educativo de la práctica laboral depende de su correcta organización, realización y control.

Ella en sí mismo no es educativa, sino se garantizan los  requisitos de su correcto desenvolvimiento. Por esto es necesario que se le preste la debida atención a su planificación previa y a su realización consecuente.

Este componente no sólo es el más importante y difícil de  instrumentar, sino también el más complejo en su control. A pesar de que se han desarrollado muchas técnicas de diagnóstico para el estudio de cualidades de la personalidad en la esfera ideológica y moral, la complejidad de la personalidad humana hace que uti¬lizados de forma aislada no sean totalmente confiables. Es necesario el uso interrelacionado de técnicas que ayuden a valorar las nuevas formaciones desde distintos ángulos. Un importante elemento a tener en cuenta es la línea de conducta del estudiante. Si bien es cierto que en un acto de conducta un individuo puede simular un comportamiento o dar una apariencia, es más difícil que pueda mantener esta apariencia de forma consecuente en las distintas situaciones en que se interviene. Es importante por esto que el profesor no tenga sólo la visión del estudiante en el aula, sino que se esfuerce por conocer el comportamiento de sus alumnos en diferentes situaciones docentes y extradocentes, de manera de poder conocerlo como persona con mayor efectividad y consecuentemente esté en condiciones de poder ejercer una acción más consciente sobre su personalidad. 

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