Elementos del programa escolar

Consideramos  que  todo  programa  escolar es  una  propuesta  de aprendizaje. De alguna manera podemos  decir que es una  propuesta referente a los aprendizajes curriculares mínimos de un  curso, dado  que  se relaciona con el plan  de estudios  del que  forma parte.  En  este sentido, el programa  escolar  orienta  las  decisiones que maestros y alumnos tomen, referidas  al  logro  de ciertos resultados de aprendizajes.

El programa escolar, como propuesta de aprendizaje, establece  el mínimo  necesario para acreditar una materia, aunque  también  es necesario  reconocer que en su instrumentación didáctica y en  el proceso grupal en que se desarrolla se propicia toda una gama  de aprendizajes  que puedan superar las previsiones curriculares,  o bien fomentar aprendizajes colaterales no previstos, en  relación con  el desarrollo humano y posibilitados por una  dinámica  particular que confronta la historicidad de cada sujeto (profesor  y alumno),  con su relación en un " aquí y ahora".  Estos  aprendizajes  están relacionados con la pretensión de que  los  sistemas escolares  no  sean  únicamente sistemas  de  instrucción,  sino también  de educación, en tanto son promotores de toda una formación humana.
La  elaboración  del programa escolar tiene que  ser  vislumbrada como una segunda etapa que se fundamenta en los estudios y análisis  realizados  para la organización del marco  referencial  que hemos  esbozado  con  anterioridad. Por tanto,  su  validez  está fundada en tal organización y no exclusivamente en el cumplimiento  de ciertas formas técnicas, como lo puede ser la  elaboración de los objetivos conductuales.

No es posible limitar la elaboración de programas a los tecnicismos exigidos para los objetivos de aprendizaje. A este  respecto, en  la actualidad enfrentamos la situación de que los  organismos colegiados  que se encargan de aprobar y ratificar los  programas escolares de un plan de estudios, insisten más en el cumplimiento técnico  de la redacción de objetivos que en el análisis  de  los elementos referenciales que permitan decidir sobre la pertinencia de  la  propuesta de aprendizajes que en  tales  instrumentos se hace.

Como  consecuencia  de  centrar en la  elaboración  de  objetivos conductuales  o  de aprendizaje el problema de la  elaboración  de programas,  se ha llegado a la elaboración de programas  rígidos, con un exceso de fragmentación del fenómeno a estudiar, hasta  el extremo  de  elaborar programas que tienen más de  500  objetivos específicos  y  que, por lo tanto, impiden una  visión  global  y estructurada del fenómeno a estudiar. Cuando los objetivos están redactados en un nivel tan alto de fragmentación, es fácil observar  el exceso de conductas insignificantes y memorísticas que  se establecen  y la ausencia de aprendizajes complejos,  analíticos, sintéticos  y  de relaciones. Resulta evidente que el  nivel  tan exagerado de fragmentación de la realidad tiene que ver con planteamientos de la escuela conductista, a la cual quedan  inscritos los  objetivos  conductuales, dado que esta  escuela  plantea  la posibilidad de dividir un aprendizaje complejo en pasos simples.

Los objetivos de aprendizaje son enunciados técnicos que posibl¬mente tengan algún significado para los docentes formados  dentro de  ese  tipo de programación, pero que difícilmente  pueden  ser decodificados  por los alumnos, y dado que el programa es además un  medio  para comunicar a maestros y alumnos  los  aprendizajes mínimos  a desarrollar  en un curso se impone  la  necesidad  de presentar no sólo una lista de objetivos de aprendizaje, sino  de elaborar  por  escrito una explicación sobre el significado  del curso,  sobre sus propósitos explícitos y su vinculación  con  el plan de estudios del que forma parte, en un lenguaje accesible al alumno.

En  consecuencia, la presentación escrita de un programa  escolar consiste  en la redacción de las principales características  del curso, de las nociones básicas que se desarrollaran, de las relaciones que guarda esta materia con las anteriores y las posteriores  a ella, en términos de los problemas concretos que  ayuda  a resolver. Esta presentación permite conceptualizar una panorámica general del curso y es un primer intento de estructurar el objeto de estudio con el fin de que se perciban las relaciones que guarda  la unidad fenoménica a estudiar y los  principales  elementos que la conforman.

En  la práctica, la idea de elaborar una presentación  glosada  a los  alumnos, que refleje tanto los propósitos del curso como  el contenido que se va a tratar y las vinculaciones que tiene con la realidad y con las demás asignaturas que forman parte del plan de estudios,  se  ha  ido difundiendo y de hecho  en  la  actualidad encontramos programas cuya presentación se adecua más a una carta descriptiva, que desarrollan esta etapa bajo el nombre de presentación, introducción, etc.

A  partir  de la concepción que se tiene sobre la  totalidad  del curso y de las nociones básicas que propicia el mismo, es como se pueden redactar los objetivos terminales, en términos de producto o  resultados del aprendizaje.

De esta manera, los objetivos terminales reflejan cortes en este proceso  de aprender, cortes que , por otro lado, se refieren  al mundo externo, puesto que en esta área es donde se pueden objetivar los productos de la conducta. La necesidad de realizar  estos
cortes  y  de plantear productos o  resultados  del  aprendizaje, tiene  como  uno de sus fundamentos dar una respuesta a  la  problemática  de  las instituciones educativas en relación  con  la certificación de los conocimientos. De ahí que la discusión sobre la problemática  nos remonta al  ámbito  institucional.  Así, los objetivos terminales, redactados como productos del  aprendizaje, son  enunciados que están vinculados directamente al problema  de la acreditación escolar.

De  hecho,  no  basta con redactar los  objetivos  terminales  en términos de resultados de aprendizaje, si con ello a su vez no se intenta  subsanar la necesidad de presentar estos  resultados  de manera integrada; esto es, nos  oponemos a que en  un programa se elabore un sinnúmero de objetivos terminales. Creemos que nuestro problema  es encontrar una redacción que refleje la  unidad  del objeto de estudio.

objetivos  terminales  de  un curso, que reflejan la totalidad del mismo y las nociones básicas que  se desarrollarán, es necesario realizar un desglose  de  los contenidos del mismo a fin de intentar una organización y estructuración de aquellos contenidos que se  reflejen   en las  unidades temáticas. La discusión del problema de los contenidos nos remite al problema metodológico también. Contrariamente a lo que se piensa,  con¬tenido  y método forman parte de una unidad indisociable  que  es necesario abordar de manera conjunta.

Creemos  que  la  organización del  contenido  debe  reflejar  la estructura  interna de una disciplina y a que  la  fundamentación para realizar esta tarea se encontraría en el estudio de la epistemología del conocimiento científico, en la  interdisciplinariedad,  en los planteamientos referidos a la globalización y en  el estudio del materialismo histórico.

En  este momento encontramos dos elementos que deben  tomarse  en cuenta  en relación con la problemática de  los  contenidos:  el primero  se refiere a la necesidad de que los contenidos se  presenten a los estudiantes de tal manera integrados que posibiliten la percepción de la unidad y totalidad que guardan los  fenómenos entre  sí. Por ello se considera que "los detalles , a menos  que se   coloquen  dentro  de  un patrón  estructural,  se   olvidan rápidamente". Nosotros creemos que no solamente es un problema de memorización,  sino  que la realidad misma se  presenta  ante  el sujeto como una totalidad; es decir, que "reunir todos los hechos no significa aún conocer la realidad, y todos los hechos (juntos) no constituyen aún la totalidad. La comprensión de la realidad es totalidad  concreta que se convierte en estructura  significativa para cada hecho o conjunto de hechos". De esta manera, el problema de  las estructuras, por un lado es "epistemológico objetivos",  y tiene  que ver con la manera como el estudiante se apropia de  la estructura  de  la  realidad, en  un  proceso  de  transformación constante de ella, a modo de que dichas estructuras  sean  construidas  en  la mente y no sólo memorizadas, como  una  forma  de elaborar su propio esquema referencial.

Para favorecer este proceso, el contenido debe ser presentado  al estudiante  con  una mínima estructura interna.  Creemos  que  la propuesta conductista trabaja precisamente en sentido contrario a la  estructura interna, dado que privilegia la segmentación,  la atomización  del contenido para su fijación en la mente.  De  ahí que al replantear el problema de los contenidos, desde la  perspectiva de su estructura, consideramos que es necesario trabajar sobre la idea de extraer las nociones básicas, de donde se deriva la  necesidad  de que los programas de  formación  de profesores posibiliten  una  formación epistemológica,  aunque  sea  mínima, respecto de la disciplina que imparten.

El  segundo  elemento consiste en que el problema de  los  contenidos,  según nuestro esquema, no aparece en esta  instancia  por primera vez, sino que desde el momento en que se elabora el mapa¬ curricular, ya se contempla el manejo de ciertas nociones básicas referidas a las áreas de formación y a las demás asignaturas  que guardan relación  con el programa que se está  elaborando,  elementos que de alguna manera son tomados en cuenta para la  elabo¬ración de los objetivos terminales de aprendizaje de un curso. De  estos  trabajos previos podemos obtener una lista  mínima  de contenidos  a  desarrollar en el curso que  se  está  elaborando. Estos  contenidos se pueden agrupar en grandes grupos  o  bloques coherentes entre sí, lo que nos permite estructurar las  unidades del curso. Es necesario tener presente la necesidad de que estos núcleos  o  bloques reflejen una unidad mínima. De  hecho,  hemos comprobado en la práctica la posibilidad de integrar los contenidos  de  un curso en dos o tres grandes bloques, con  lo  que  de alguna  manera se ha logrado un cierto nivel de integración  del objeto  de estudio. Sin embargo, quizá valga la pena insistir  en la ausencia de trabajos epistemológicos que aporten mayores fundamentos al problema de la estructura de contenidos, en el mismo desarrollo de la teoría curricular.

Cuando el contenido del curso se encuentra organizado en unidades temáticas, a cada una de ellas se le asigna un nombre que refleje el contenido a trabajar y se procede a elaborar una  presentación escrita de las mismas a fin de aclarar a los alumnos el papel, la estructura,  el  aprendizaje que promueven y su relación  con  la totalidad del programa, asó como la especificación de los objetivos de aprendizaje para cada unidad.

Consideramos que estos objetivos de aprendizaje por unidad forman parte de la totalidad del producto final o terminal del curso. En este sentido, creemos que la cantidad de estos objetivos es míni¬ma.  Manejar  un mínimo de objetivos de  aprendizaje por  unidad posibilitará  una  instrumentación didáctica más profunda  y  co¬herente.

Vale  la pena recalcar que la propuesta de aprendizajes que  hace el  programa escolar, fundamentalmente cuando está elaborada  con criterios institucionales, es una propuesta de aprendizajes míni¬mos a lograr en relación directa con un plan de estudios determi¬nado.

Esto significa que los docentes tienen obligación de  interpretar y adecuar estas guías mínimas a su situación particular de docencia,  lo  cual solo es posible a partir de una formación  de  los mismos  docentes  en los fundamentos de un plan de  estudios.  De hecho,  son los profesores quienes imprimen vitalidad al plan  de estudios  y posibilitan su realización. Por otra  parte,  creemos que  es necesaria la formación de los estudiantes para  propiciar un  proceso  de participación efectiva en  la  interpretación   y manejo  de los programas escolares. No se trata de caer  en  posturas  "democratizantes", donde los estudiantes opinen sin  mayor fundamentación sobre un programa de estudios; tampoco se  intenta reconocer  como  verdadero el otro extremo del  problema,  donde se plantea  que  los estudiantes no pueden  tener  ninguna  participación  en  este proceso porque no saben.  Ambas  posturas  son equivocadas. La participación de los estudiantes en la  adecuación de los programas a su situación particular se debe fomentar,  por tanto,  a partir de su formación en las bases del plan de  estudios.  Esta formación les permitirá analizar la coherencia de  la propuesta de aprendizaje que se hace en un programa escolar,  con los  planteamientos teóricos del plan de estudios del  que  forma parte.

En resumen, esta segunda etapa de la elaboración de los programas implica  una presentación  general del curso,  la  redacción de productos de aprendizaje como objetivos terminales del mismo y la organización  y  estructuración del  contenido  del curso   en unidades.  Este material se entrega a docentes y alumnos como  un programa escolar de una materia o asignatura.

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