¡Ahh, pero qué emocionante era cuando salíamos de la escuela! Rara
vez había “deberes”. La promesa de cada día eran aquellas deliciosas
tardes después de clases, para gozarlas y dedicarlas a jugar con
nuestros amigos.
La pedagogía de hoy es un Frankestein vestido de extrañas teorías empaquetadas a la conveniencia de una sociedad cada vez más acelerada y de prisa. Los niños de hoy viven bajo esa presión, sin los beneficios de poder jugar y ser simplemente niños. El sistema educativo no reconoce la importancia que tiene el juego para el desarrollo del niño y privilegian el “desempeño”, antes que la felicidad y la estabilidad emocional del infante.
La pedagogía de hoy es un Frankestein vestido de extrañas teorías empaquetadas a la conveniencia de una sociedad cada vez más acelerada y de prisa. Los niños de hoy viven bajo esa presión, sin los beneficios de poder jugar y ser simplemente niños. El sistema educativo no reconoce la importancia que tiene el juego para el desarrollo del niño y privilegian el “desempeño”, antes que la felicidad y la estabilidad emocional del infante.