Hay que cambiar la clase magistral por una escuela de cooperación

 El filósofo colombiano Bernardo Toro cree que la escuela debe cambiar el modelo pedagógico de clase magistral por uno donde se enseñe a trabajar en grupo y primen la cooperación y la solidaridad. También señala que los esfuerzos de todo el sistema deben concentrarse en mejorar las competencias de lectura y escritura de los alumnos. Toro se encuentra en nuestro país invitado por Avina para asesorar a “Juntos por la educación”, un movimiento de empresarios que plantea la necesidad de apuntalar la educación.

–¿Por qué es importante un pacto por la educación?   

–Si no logramos educar bien a nuestros países, nuestra chance de participar en el juego mundial  va a ser muy limitada. La educación es un constitutivo del cambio de un país, y si no se hace bien es muy complicado cambiar. El sistema educativo es a un país lo que el sistema genético es a un grupo humano. Si el sistema genético no funciona bien se van a reproducir taras y taras de generación en generación. Si un sistema educativo no funciona bien, esa sociedad va a transmitir problemas y problemas y no va a salir adelante. Mejorar un sistema educativo es como tratar de mejorar la información genética en una especie.
–¿En qué  pueden contribuir los empresarios?   

–La educación del Estado ha perdido mucho prestigio. Una de las razones es que los líderes  no tienen sus hijos en  instituciones del Estado. Tenemos educación de dos tipos. En vez de que la educación contribuya a articular y unir el país, lo divide. Tenemos niños de primera y niños de segunda, y un país así no tiene chance, porque cada vez va a haber más fractura espiritual, de conocimiento y social. Un país que no tiene mucha población requiere que todos contribuyan al cambio social.  Hay que hacer de la educación un mecanismo de integración para  salir adelante.

Parte de lo que hace el empresariado  es darles validez y prestigio a las metas públicas de la educación. Deben tratar de generar valoración de la educación pública y de la profesión docente, que  está muy desvalorizada. En la medida que se valorice más la profesión del educador, los mejores alumnos van a querer ir a la carrera de la educación.

–Cuando los empresarios se quieren involucrar en la educación el prejuicio es  que quieren intervenir para que el producto  convenga a sus intereses.   

–Le cuento el caso de Colombia. El liderazgo está en manos del empresario Alberto Espinosa,  dueño de un gran grupo económico, que vendió exclusivamente para dedicar su vida completa a tratar de que Colombia tenga una educación de alto nivel. Uno de los puntos que dice es: eso no se puede resolver con un discurso,  se resuelve cuando la gente vea qué tipo de trabajo está realizando el empresario. Cuando el empresario comienza a luchar porque los objetivos de la educación pública sean ciertos y válidos,  la gente empieza a creer. Pero el prejuicio existe. Mucha gente piensa que lo único que el empresario quiere es tener mano de obra calificada, no gente educada, que son dos cosas distintas.   
  
–¿En qué deberían enfocarse en Paraguay?   

–Aquí están planteando cómo mejorar la lectura y la escritura. Si nuestros países no logran transformar las competencias en lectura y escritura, todo lo que hagamos en la educación está perdido. Sin eso no hay cuento; no hay internet; podemos hacer estructuras bellísimas, pero si los niños no aprenden a leer y escribir bien y la profesión de educador no adquiere prestigio, no vamos a tener futuro.

–Mucha gente se volcó al magisterio para tener un ingreso seguro, sin un interés legítimo.   
  
–En toda América Latina pasó.   No importa la razón por la que uno llegó a ser algo. Uno llega a ser papá por razones inesperadas... lo importante es que una vez  allí uno pueda ubicarse, y hoy día tratan de hacer lo mejor. Si no, los países serían un desastre peor.

–¿Peor, dice?  

–A mí me educaron maestros de esos... la señorita de un barrio que ni siquiera era maestra, y me enseñaron bastante bien. Porque estaban interesados en el crecimiento del otro. A cualquier persona cuando está frente a un grupo de niños se le olvida cuánto le están pagando. Comienza a tener una responsabilidad. Es muy difícil ser irresponsable público.

–Pero es posible. Mire  los resultados globales; no se ven grandes mejoras, aunque gastaron millones en reformas educativas.    
  
–Hay que ser justos con el juicio. Se logró aumentar la cobertura  y comenzó la inquietud: y la calidad educativa, ¿qué? La visión de que aumentamos la cobertura y disminuimos la calidad es una disculpa, pero no debería. No hicimos inversiones ni investigaciones adecuadas.    

–¿Cuáles son las nuevas demandas al sistema educativo?   

–Los niños  tienen que aprender a trabajar en grupo. Uno de los grandes desafíos  es pasar del sistema de clase magistral a modelos pedagógicos de trabajo cooperativo en grupo. Es una decisión dificilísima, porque la mayoría de los papás espera que a su niño le pongan tarea y le pongan cinco. Ese modelo no sirve y la dificultad está en los padres.   

–¿Cómo se cambia eso?   

–Hay que lograr que la sociedad entienda  que no se trata de que su hijo saque cinco, sino de que su hijo sea capaz de, con un grupo,  obtener mejores resultados.

–Pero la escuela promueve la competencia, premia al mejor  aunque signifique aplastar al otro.   
  
–Es la inteligencia como un instrumento de guerra, no  de solidaridad. Con la inteligencia guerrera no es que no nos va a ir bien; es que ni siquiera podemos sobrevivir. La única forma de sobrevivir del planeta es ayudándonos unos a otros. El que trata de vencer está fregándonos a todos, incluyéndose.

–Eso choca con la competitividad que tanto  gusta a los empresarios.   
  
–Al papá también. El sueño del papá es tener hijos muy inteligentes, con alto nivel educativo y  altos ingresos.  Si uno le dice a un papá: “lo mejor para el futuro de tu niño es que sepa hacer amigos, hacer redes sociales,  ser solidario y persistente”, el papá va a decir: “ese hijo yo no lo quiero, quiero un hijo que sea inteligente”. Pero el único que va a sobrevivir es este modelo de inteligencia.

–¿Y desde la educación se está trabajando en eso?   

–Parte de lo que tenemos que hacer en toda América Latina es tratar de cambiar el modelo pedagógico de clase magistral, enseñanza frontal, notas por excelencia y exclusión y mudar a una escuela de cooperación y de solidaridad. Los modelos están hechos, el problema es volverlos políticos.   

Lo importante es saber qué sinergia le crea cada uno al grupo. Por eso los líderes del futuro no son los que saben mucho, sino los que saben pedir y dar ayuda. El que sabe pedir reconoce al otro, crea un vínculo emocional.  Todo está en Google, lo que no está es a qué dedico mi vida, cómo tener un proyecto ético. Eso todavía no lo hace el sistema educativo y  tiene que aprenderlo.

–Empezando por los educadores.   
  
–Empezando por ellos. Su problema es que no saben pedir ayuda. El mundo entero no sabe pedir ayuda. Pero los grandes líderes sociales, como Nelson Mandela, tienen como gran valor saber pedir ayuda. Uno de los grandes éxitos de Lula para gobernar es que  dijo “yo no sé nada, ayúdenme”.

ABC Digital

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