La Evaluación de las Competencias

En la medida en que queramos centrar realmente el trabajo docente de la universidad en la adquisición de competencias, convendrá imaginar formas de evaluación que responden a este concepto.

Probablemente la mejor forma de demostrar la consecución de una competencia es a través de la práctica. En esta línea, las actividades de aprendizaje constituyen un buen recurso para observar la adquisición de las competencias. (Cuando hablamos de actividades de aprendizaje, en otro número de esta colección, deberemos tener bien presente la vinculación entre competencias y actividades y, por lo tanto, la coherencia y la coordinación necesaria del conjunto de actividades de aprendizaje).
Hay que hacer una mención especial, en este apartado, de las competencias transversales. Convienen que sean objeto de evaluación expresa, y el resultado de su proceso evolutivo debe tener una incidencia significativa en la calificación que obtengan los estudiantes, en coherencia con la consideración que se pretenden que tengan estos tipos de competencias.

Probablemente unas actividades de evaluación concebidas como transversales con respecto al currículum del estudio, el curso, el módulo, pueden contribuir un buen marco instrumental para evaluar las competencias genéricas. Retomaremos este aspecto en un próximo cuaderno dedicado a la evaluación.

En la toma de decisiones para la elaboración de esta primera entrega de la Guía para la adaptación al espacio europeo de educación superior, se han tenido en cuenta las acepciones que merece el término competencia, las cuales convergen hacia un concepto complejo que conecta los diferentes tipos de saberes que una persona adquiere en diferentes contextos y momentos de su vida, y de distintas formas con las situaciones o problemas con las que esta persona se puede encontrar, que tiene que resolver y que pueden tener distintos niveles de complejidad.

También se ha valorado el papel que hay que otorgar a las competencias, así entendidas, en el proceso de planificación curricular –desde considerarlas un referente, más amplio, en el momento de tomar decisiones en el marco del desarrollo del currículum, hasta hacerles jugar un papel más directo y situarlas entre las competencias operativas del proceso de planificación.

Más allá de estos aspectos, se ha querido tener en cuenta que debe pensarse en un procedimiento de planificación curricular dirigido a todo el profesorado de la Universidad, con una gran diversidad de estilos de docencia y de planificación curricular.
Se ha optado, así pues, por las simplicidad, una simplicidad que no comprometa las bases de los nuevos modelos de docencia ni los conceptos esenciales de los componentes del currículum.

Tratar las competencias desde esta opción ha llevado a unas formulaciones próximas a según qué tipología de objetivos, con la intención de compatibilizar la idea de competencia con la finalidad de adquirirla. De este modo, formulamos las competencias en términos de finalidad y damos lugar a lo que quizás se podría llamar objetivos competenciales, que sin embargo llamaremos, por cuestiones de manejabilidad y de imagen, competencias.

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