Una Visión contemporánea del proceso enseñanza aprendizaje

Las últimas décadas que antecedieron al nuevo milenio, han impuesto a  las Instituciones de Educación Superior (IES), nuevos desafíos, y nuevas contradicciones provocadas por las profundas transformaciones ocurridas en el ámbito socioeconómico, político, tecnológico y científico que han  pautado las nuevas condiciones en las que tiene lugar la proyección de los sistemas educativos en el mundo. Entre ellos se encuentran  :

El nuevo valor del conocimiento sobre la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. La llamada según  A. Toffler,  “Tercera Ola” o  “Sociedad del Conocimiento”.
  • La globalización, como una dinámica que tiene consecuencias económicas, sociales y culturales.
  • La reducción del estado benefactor y su sustitución por un estado neoliberal.
  • Los recortes significativos en sus recursos financieros, como consecuencia de lo apuntado anteriormente.
  • La aproximación cada vez mayor ente la ciencia y sus aplicaciones tecnológicas.
El  “rendir cuentas” de su gestión ante la sociedad, en contraposición a una institución secularmente instalada sin sanción ni obligación.

El incentivar en el hombre el desarrollo de valores de carácter ético, de solidaridad, de equidad, de una concepción del mundo, como resultado de una formación humanista.

El logro de esos niveles académicos superiores no debe interpretarse sólo como  la incorporación de  mayor número de asignaturas a cursar en el currículum. No es tampoco una actualización de conocimientos de acuerdo al desarrollo científico técnico actual, aunque esto sea necesario e impostergable. Se requiere esencialmente del diseño y desarrollo de un currículum orientado a desarrollar las acciones básicas generalizadoras de dicha profesión que le permitan una movilidad en su campo de acción, es decir, una búsqueda de metodologías que apunten a despertar en el alumno su capacidad creativa y a brindar los procedimientos necesarios para aplicar el saber adquirido a la solución de los problemas reales que plantea el contexto social.
Al respecto N.F. Talizina  (1993) plantea que el perfil profesional debe contemplar tres niveles de exigencias:

1. Exigencias de la época.

Tipos de actividad argumentadas por las particularidades del siglo, es decir, aquellos conocimientos y habilidades de carácter general, no privativos de una profesión, sino que son inherentes de todos los profesionales contemporáneos. Por ejemplo la generación y velocidad del conocimiento que caracteriza esta era de la información, exige de habilidades específicas para la búsqueda, procesamiento y fijación de la misma, lo cual muy pocas veces constituye proyecciones previstas en el perfil profesional.

Otro aspecto ha contemplar dada la complejidad de los objetos de estudio producto del desarrollo científico y el surgimiento de ciencias multidisciplinarias,  es la necesidad de trabajo en grupos de diversos especialistas, en equipos multidisciplinarios que requieren habilidades de comunicación interpersonal. Puede que esta  exigencia de la época, a la vez sea un requisito particular de una carrera por lo que en ese caso se convertiría en  contenido objeto específico de la formación profesional, como puede ser en el médico, el maestro, el psicólogo, el comunicador social entre otros.

En similar caso se encuentra el uso de las NTIC que se demanda en la actuación de cualquier profesional, como exigencia del mundo actual. Dentro de este nivel general también está lo relativo a las habilidades para la dirección del colectivo, ya sea de la producción, de un equipo de trabajo, de un proyecto de investigación, por lo que se requiere desarrollar habilidades para la identificación de problemas, toma de decisiones, entre otras, que en algún momento de su quehacer todo profesional necesita para su desempeño como tal.

2.Exigencias propias del país, de la región, de su sistema social.

Son inherentes a un conjunto de profesiones que se desarrollan bajo similares condiciones  materiales, geográficas, étnicas que reclaman del quehacer profesional por ejemplo, un trabajo comunitario  particular o la atención en las aulas de estudiantes portadores de una cultura muy vinculada a las tradiciones de su región, lo que deben ser contempladas en la proyección curricular.

La existencia de empresas privadas y estatales  como instituciones empleadoras del profesional que se forma, constituyen otro elemento que también influye en el diseño del perfil, pues aunque requieren de características comunes, también tienen exigencias diferentes que deben considerarse en los fines de la formación.

Es precisamente en la misión y visión de la institución universitaria donde se sintetiza el papel y la responsabilidad que tiene la Universidad para con la sociedad, es donde se declara el nivel de preparación  y los valores que se aspiran desarrollar en el profesional, de ahí que éste sea también un elemento indispensable  a tomar en consideración para la elaboración del perfil de cada carrera en una institución dada. 

3.Exigencias específicas de la profesión.

Se refiere a las exigencias  más vinculadas a las actividades básicas de cada profesión y con ello a los contenidos, métodos, procedimientos a tener en consideración para su desempeño con calidad.

Son las que más reflejan el nivel de avance del desarrollo científico tecnológico en un campo específico, lo que exige  un reajuste del perfil a las prácticas profesionales emergentes, según las tendencias de desarrollo futuras en esa área del saber.

Por otra parte, en el perfil como primer momento de la planeación educativa también debe contemplarse el nivel inicial con que arriban los estudiantes a la universidad, el cual incluye no sólo los conocimientos y habilidades producto de la escolarización anterior, sino también sus intereses y motivos hacia   el estudio, así como las estrategias y métodos de aprendizaje que posee el estudiante al llegar a este nivel.

Estos propósitos de formación que responden al para qué hace falta un profesional en un contexto sociohistórico determinado, quedan materializados en los planes de estudio de cada carrera que identifican qué contenidos se requieren para cumplir con esos objetivos profesionales. Una vez delimitado estos aspectos se pasa entonces a la elaboración de los diferentes programas docentes donde debe quedar definido cómo esos contenidos se van a instrumentar en la práctica educativa concreta.

En última instancia los objetivos  declarados en el perfil profesional  logran su concreción en el  proceso de enseñanza aprendizaje  que se lleva a cabo por sus principales actores: profesor y estudiante, proceso que toma diferentes matices en función de las condiciones de su realización.

Evidentemente este contexto  obliga a los profesores y directivos universitarios reflexionar sobre el lugar que le corresponde al conocimiento humano, al desarrollo de la actividad cognoscitiva del hombre y con ello al desarrollo integral de su personalidad.

Tomar como base estos presupuestos implica otorgarle al proceso de enseñanza aprendizaje un carácter desarrollador, es decir que el diseño de las tareas docentes no sólo debe estar orientadas  a lo que los estudiantes pueden hacer según su edad cronológica, sino especialmente  a esa zona en la cual con determinadas pistas, apoyos estimulen e incluso aceleren el desarrollo.
En términos de la planificación docente este principio se traduce en la elaboración por el profesor de diferentes niveles de ayuda que se le ofrezcan al estudiante, según sus necesidades de aprendizaje, de modo que la enseñanza sea realmente como plantea Vigotski la antesala del desarrollo.

Otro principio de este enfoque es su carácter social  y mediatizado el cual también constituye un importante aporte a la educación en tanto enriquece su análisis en dos direcciones fundamentales:    con relación a los contenidos asimilados, portadores de toda la experiencia histórico social acumulada por la humanidad; y con relación a las condiciones en las que el proceso tiene lugar, el cual transcurre en un medio social, en interacción con otras personas, a través de diferentes formas de colaboración y comunicación.

Se desprende de las ideas anteriores el papel protagónico activo y transformador del sujeto que aprende, a partir de su intervención reflexiva, consciente y sistematizada en la construcción y reconstrucción de sus conocimientos, habilidades, valores, de ahí la importancia que tiene que el profesor al planificar las diferentes actividades docentes, diseñe las acciones  o grupos de acciones  a través de las cuales se expresa esa actividad , que reclame de los alumnos un razonamiento productivo y creativo.

El carácter social y activo de la apropiación de la cultura legada  por generaciones anteriores en los objetos, instrumentos, y modos de actuación y relación a partir del análisis de sus significados y sentidos a través de la historia, tributa  a otro importante principio en el que se sustenta el proceso de enseñanza aprendizaje la unidad de lo instructivo y educativo y de los aspectos afectivos y cognitivos.
En el ámbito pedagógico el profesor debe encontrar las maneras más adecuadas de vincular el contenido de la enseñanza con los intereses, emociones, sentidos que para el sujeto cognoscente tenga ese aprendizaje, de modo de aprovechar al máximo las posibilidades que brinda este proceso para formar integralmente la personalidad del estudiante y potenciar su desarrollo.

Lógicamente al fundamentar el proceso de enseñanza aprendizaje en los principios mencionados con anterioridad, se requiere de un profesor diferente, que ya no es dueño del saber, un profesor que estimule el diálogo y la socialización del conocimiento, que brinde un espacio para la reflexión y el debate participativo orientado y dirigido por él. Un profesor que reconociendo en cada estudiante una individualidad con su propia historia, sea capaz de provocar intereses comunes, que aglutine a todo el grupo en torno a la resolución de las tareas planteadas mediante la interacción entre ellos y entre ellos y el profesor.
El propio Enfoque Histórico Cultural y la Teoría de la Actividad son portadores de una concepción teórica y metodológica que posibilita hacer un análisis de los componentes estructurales del proceso de enseñanza aprendizaje y las relaciones que entre ellos se producen, lo que permite entender las necesarias acciones que debe realizar el estudiante sobre el objeto de asimilación, para lograr las transformaciones propuestas.

Es de gran importancia para el profesor conocer estos componentes de la estructura de cualquier actividad humana y particularmente la de la actividad cognoscitiva que ahora nos ocupa, pues le posibilita la organización científica de todo el proceso de asimilación a través de la caracterización de:
El sujeto que aprende:

Sus características, nivel de desarrollo, motivos, valores, estrategias de aprendizaje, responsabilidad en su aprendizaje, entre otros aspectos.

El objeto de aprendizaje:

Referido a la porción de la realidad  que se aspira a aprender, a perfeccionar o transformar en este proceso. No se circunscribe a los contenidos específicos  de las diferentes formas de organización de la enseñanza, sino además a las relaciones en que se expresa dicho objeto y el sentido y significado personal y social que puede tener el mismo para el estudiante.

Objetivos de aprendizaje:

Esa imagen o representación previa de las transformaciones a lograr en el proceso de enseñanza aprendizaje que guían el conjunto de acciones a realizar para conseguirlo, de aquí el carácter orientador que adquieren los objetivos didácticos tanto para los estudiantes como para el profesor. Constituye un proyecto flexible que se adecua a las diferentes situaciones de aprendizaje donde intervienen múltiples factores.

Los métodos:

Procedimientos, técnicas, acciones y operaciones que se requieren para alcanzar las metas propuestas, deben considerar la complejidad del objeto, el nivel de desarrollo de los estudiantes, características y exigencias de la tarea, así como las condiciones de realización de la misma. Bajo estos presupuestos se propone el uso de métodos activos que exijan de los estudiantes su implicación directa y afectiva en la realización de la tarea que le posibiliten experimentar la construcción de su propio conocimiento.

Los medios:

Todo apoyo que potencia la acción del estudiante sobre su objeto de conocimiento, puede tener diferentes características, distintos grados de despliegue y diversas funciones según la etapa del proceso de asimilación en que se encuentren los sujetos. El lenguaje utilizado en los medios (gráfico, icónico, simbólico) puede constituir también una vía para apoyar la síntesis que debe producirse en el procesamiento de la información científica objeto de estudio.

Las condiciones:

Se refiere al contexto físico, el tiempo, los aspectos materiales propios de la institución, así como los elementos internos psicológicos del sujeto que aprende. Cuando se crea un clima emocional favorable para desarrollar el aprendizaje, se contribuye al desarrollo  de intereses y motivos hacia el estudio.

Los resultados:

Las transformaciones logradas en la personalidad del estudiante, pueden coincidir o no exactamente con los objetivos previstos. Debe incorporar no sólo indicadores cuantitativo sino también parámetros cualitativos que permitan realizar una valoración más completa de las acciones logradas.

Como puede apreciarse el análisis estructural de la actividad cognoscitiva ofrece grandes posibilidades para la orientación de manera científica de este proceso, tanto para los docentes, como para los directivos.  Constituyen estos componentes una estructura invariante que puede aplicarse a cualquier institución donde se desarrolle un proyecto educativo, en distintos contextos, a los diferentes niveles de enseñanza, e incluso en diversos modelos curriculares.

Desde el punto de vista funcional también puede analizarse esta actividad cognoscitiva y con ello lograr una visión holística del ciclo cognoscitivo que revela cómo cada momento funcional identificado (orientación, ejecución, control y ajuste), constituye a su vez un peldaño para el próximo escalón en el ascenso al conocimiento científico.


Extractos de: Dra. Adela Hernández Díaz
CEPES. Universidad de la Habana.

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